• Prólogo de Josep Palau i Fabre. Traducción de Javier Albiñana. Pablo Picasso y “La obra maestra desconocida” de Honoré de Balzac. Aguafuertes ealizados por Picasso en 1931 inspirándose en el texto de La obra maestra desconocida de Honoré de Balzac. Estos grabados fueron elaborados por el artista malagueño por encargo del marchante Ambroise Vollard, que finalmente los editó en una carpeta. Balzac fechó su relato en el siglo XVII y situó su escenario en el estudio en París de un artista anciano llamado Frenhofer. El tema de esta narración es la obsesión de este pintor por finalizar una obra que lleva años sin terminar y en la que, como tienen oportunidad de comprobar dos admiradores de Frenhofer, sólo puede reconocerse un pie entre capas de pintura y una masa de brochazos: la creación de una persona demente obsesionada por conseguir una perfección que se resiste a la imperfección característica del arte más sublime. La obra maestra desconocida fascinó a Picasso, que se identificó con Frenhofer como pintor incomprendido y adelantado a su tiempo. El genio andaluz aprovechó el encargo que Vollard le pidió para homenajear el proceso creativo, por eso en los aguafuertes no encontraremos una representación fidedigna del texto de Balzac, sino el resultado de las divagaciones de Picasso sobre el acto de la creación y sobre las relaciones entre modelo y artista. Considerado como uno de los grandes maestros del arte del grabado, Picasso utilizó esa técnica a lo largo de toda su vida. En la década de los años treinta realizó varias series de aguafuertes, consideradas desde entonces entre los ejemplos más relevantes de la historia del grabado. Entre ellas se encuentra la que realizó en 1931 para ilustrar una nueva edición del relato de Honoré de Balzac (1799-1850) Le Chef d’oeuvre inconnu (La obra maestra desconocida, originalmente publicado en 1831), por encargo de su marchante Ambroise Vollard (1866-1939). Una obra maestra en la que Balzac expone toda una teoría del arte, con una calidad narrativa que la convierte en un texto único y ejemplar. Los 13 aguafuertes originales realizados por Picasso en 1931 a propósito del texto de Balzac fueron finalmente editados por Ambroise Vollard en una carpeta. El relato de Balzac se sitúa en el siglo XVII y tiene como escenario el estudio parisino de un anciano artista llamado Frenhofer, que pasa los últimos años de su vida retocando obsesivamente la pintura que nadie ha visto y que él considera su obra maestra. Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mougins, 1973) concedió siempre gran importancia a su obra gráfica, que constituye, por sí misma, un capítulo fundamental de su producción plástica. Prueba de ello es que desde 1899 hasta 1972 trabajó ininterrumpidamente en este medio, llegando a realizar alrededor de 2200 grabados, a menudo organizados en series. Sistemáticamente datados, constituyen casi un diario personal y permiten seguir con detalle la trayectoria del artista. Por su constante afán investigador y su dominio de todas las técnicas, Picasso está considerado uno de los más extraordinarios grabadores de todos los tiempos. La muestra está integrada por los 12 aguafuertes (además de la portada y el índice) realizados por Picasso en 1931 para ilustrar una nueva edición del relato de Honoré de Balzac Le Chef d'oeuvre inconnu [La obra maestra desconocida] (1831), por encargo de su marchante, Ambroise Vollard. El relato de Balzac se sitúa en el siglo XVII y tiene como escenario el estudio parisino de un anciano artista llamado Frenhofer, que lleva años trabajando secretamente en un cuadro que no consigue terminar y en el que pretende plasmar la quintaesencia de la belleza femenina. Cuando dos admiradores del pintor logran contemplar la obra, solo encuentran una intrincada masa de brochazos, un muro de pintura, del que apenas asoma un pie delicadamente pintado. Reflexión sobre la creación: Su tema, pues, es la obsesión del pintor que trabaja secretamente en un cuadro que lleva años intentando terminar. Cuando finalmente el maestro Frenhofer y su discípulo, el joven Pussin, logran ver la obra, solo encuentran un lienzo ininteligible, una intrincada masa de brochazos, en el que la figura inicial ha quedado sepultada bajo capas de pintura, de la que apenas sí sobresale un pie. Es la creación de una persona demente obsesionada por conseguir una perfección que se resiste a la imperfección característica aun del arte más sublime. Considerada como una reflexión sobre la naturaleza de la creación artística, no es extraño que el marchante Vollard encargara a Picasso en 1931 –cuando se cumplía un siglo de su publicación–una serie de grabados inspirados en esta narración. El cuento fascinó a Picasso, quien se identificó con Frenhofer –el genio frustrado que crea obras maestras tan adelantadas a su tiempo que nadie las entiende–, en cuyo obsesivo afán de perfección reconocía sus propias inquietudes, y aprovechó el encargo de Vollard para homenajear el acto de creación artística. Las obras, por eso, no son estrictamente ilustraciones exactas del cuento de Balzac, sino el resultado de las divagaciones de Picasso sobre el tema del artista creador, el contraste entre la obra soñada y la obra real, y sobre la relación íntima entre el artista y su modelo. Es a este último asunto al que dedica la mayor parte de las obras de la serie Le Chef d’oeuvre inconnuque.