• Aparentemente, la familia Kleizha es como tantas otras: el padre se encierra por temporadas en su sastrería para evitar que se deteriore su relación matrimonial; la madre trabaja en una peluquería y llega exhausta a casa cada noche; y el pequeño Kleizha y su hermana se detestan de un modo razonable. Sin embargo, nada es nunca lo que parece. Los miembros de esta familia se embarcan, contra su voluntad, en un continuo viaje entre la vida y la muerte que perturba su día a día y que les obliga a recordar quiénes son y de qué modo han de sobrellevar una existencia en la que deben soportar el peso de esa maldición. Al final uno también muere explora estos temas a través de una narración ágil, en la que sobresale un imperante tono irónico. Lo patético y lo trágico se funden en estas páginas, que narran el tránsito de un joven que lucha por bracear entre la inestable felicidad de la vida y el absurdo de la muerte. La muerte ha sido un tema de reflexión habitual tanto para los artistas como para los pensadores. Pero, aunque el ser humano, en algún momento de su vida –en el último, en realidad–, será sujeto paciente de la muerte, esta circunstancia nos imposibilita para reflexionar sobre ello en carne propia. ¿Morir supone seguir viviendo bajo otra forma? ¿Implica verdaderamente nuestro final? ¿Hay alguien que pueda contarnos desdedentro qué se siente durante la muerte?