Dulce y clara es la noche
7,00 €Autor: Giacomo Leopardi; Traducción y Selección: Antonio Colinas
Editorial Galaxia Gutenberg
Giacomo Leopardi Poeta italiano (Recanati, 1798-Nápoles, 1837). Su obra refleja toda la gama de los valores propios del romanticismo, desde la exaltada pasión amorosa hasta el intimismo elegiaco, desde la búsqueda de las raíces literarias nacionales hasta las atormentadas contradicciones ideológicas. Erudito de pasmosa precocidad (aprendió por su cuenta griego y hebreo), desde 1808 aparecen sus primeras obras: traducciones de Hesíodo, breves poemas y primeros tratados: Historia de la astronomía (1813) o Ensayo sobre los errores populares de los antiguos (1815). Su poesía de madurez («El infinito», «A la luna», «El sueño», «La vida solitaria») transmite una amarga desesperación ante la frustración y corrupción de los ideales humanos, pero también una clara y muy romántica voluntad de anonadamiento en el Todo, en el Infinito de una Naturaleza que contempla estoicamente el eterno surgir para desaparecer de los individuos. A lo largo de los años. Desde 1817 hasta 1832 comenzó una enorme recopilación escrita de apuntes, notas y pensamientos misceláneos en torno a la literatura, la psicología y la filosofía; es lo que se conoce con el nombre de Zibaldone./ Siempre caro me fue este yermo cerro y este seto, que priva a la mirada de tanto espacio del último horizonte. Mas, sentado y contemplando, interminables espacios más allá de aquellos, y sobrehumanos silencios, y una quietud hondísima en mi mente imagino. Tanta, que casi el corazón se estremece. Y como oigo el viento susurrar en la espesura, voy comparando ese infinito silencio con esta voz. Y me acuerdo de lo eterno, y de las estaciones muertas, y de la presente y viva, y de su música. Así que, entre esta inmensidad, mi pensamiento anego, y naufragar me es dulce en este mar. 'El infinito' Siempre caro me fue este yermo cerro y este seto, que priva a la mirada de tanto espacio del último horizonte. Mas, sentado y contemplando, interminables espacios más allá de aquellos, y sobrehumanos silencios, y una quietud hondísima en mi mente imagino. Tanta, que casi el corazón se estremece. Y como oigo el viento susurrar en la espesura, voy comparando ese infinito silencio con esta voz. Y me acuerdo de lo eterno, y de las estaciones muertas, y de la presente y viva, y de su música. Así que, entre esta inmensidad, mi pensamiento anego, y naufragar me es dulce en este mar. 'El infinito'